Amanece el primero de enero de 1959 y
Cuba toda está revuelta. Una noticia estremeció al país: Batista
huyó. Nada mejor podía pasar en aquel entonces luego de tantos
sacrificios y luchas de los revolucionarios. En Oriente, el fervor
era mucho mayor. Los rebeldes tenían cercada a la provincia de
Holguín; desde hacía meses habían realizado acciones insurgentes,
hasta dejaron sin electricidad a la ciudad.
Los recuerdos saltan a la memoria de
quienes vivieron la época. En libros y periódicos se recogen los
hechos. El recuento y la ansiedad por conocer cada paso de aquel
instante son inevitables.
“El 24 tomamos el cuartel de Puerto
Padre, y el 31 de diciembre atacamos el de Buenaventura, en el actual
muncipio de Calixto García. No sabíamos que Batista se había ido,
ni los guardias tampoco, y el día primero a las cinco o cinco y
media de la tarde se nos entrega el Ejército de la tiranía. No
había llegado Fidel ni nadie; nosotros éramos ciento treinta y pico
de hombres, nos metimos para la Granjita, donde habían miles de
guardias moviendo los tanques Sherman y empezamos a bajar guardias,
llenamos casi dos rastras de fusiles. Después llegó Fidel. El día
2, en la tardecita pronunció un discurso en Bayamo y al otro día
salimos para Holguín”, cuenta con tanta emoción, como si
estuviese en ese instante, Raúl Cartaya Hernández, fundador del IV
Frente, de la guerrilla en el llano y uno de los que venían en la
Caravana de la Victoria o de la Libertad.
Resulta realmente emocionante. Al mirar
el rostro de Cartaya la felicidad se hace evidente, el logro
alcanzado y la victoria por la que tanto habían luchado llegaron. No
faltaron los calurosos recibimientos por dondequiera que transitó la
Caravana proveniente de Santiago de Cuba. Fidel al frente con Celia y
decenas de rebeldes custodiando y agrupados en tres columnas; una
la dirigía Orlando Pupo, de la Columna 1; la otra, Pedro García
Peláez, también de esa fuerza, y la tercera, Valle Lazo, de la
Columna 17 del Segundo Frente.
Narra Cartaya que la Caravana en
Holguín pasó solamente por la Carretera Central. Solo se detuvieron
un rato a la entrada de Cacocum. Allí Fidel bebió refresco. Había
una tiendecita en la que comieron turrón de coco, lo único que
tenían para vender. Pero no hubo discursos, como en otros sitios por
donde transitaron. La gente no hallaba qué hacer, los besaban y
abrazaban. Aquello fue tremendo, la excitación del pueblo al ver a
Fidel en la Caravana y todos los rebeldes que venían con él. No
faltaron los vítores.
Era día 3 en la tarde. Prosiguieron el
recorrido hasta la escuela politécnica Calixto García, donde los
esperaba Delio Gómez Ochoa, jefe
del IV Frente Simón Bolívar y que para este entoces se hallaba al
frente de la plaza militar holguinera, luego de la rendición
incondicional de los casquitos allí acantonados.
También estaba presente Ramón Castro, según un trabajo de la
colega María Julia Guerra, publicado en el periódico
¡ahora! en el año 2004.
Una vez establecidos en el teatro de la
institución, donde Gómez Ochoa había establecido su Estado Mayor,
Fidel se reunió con los militares de la tiranía y les planteó la
posibilidad de seguir con ellos y unirse al Ejército Rebelde; de lo
contrario irían a juicio. Un nutrido grupo de combatientes del
Segundo Frente Oriental Frank País se une a las filas de la Caravana
para seguir hasta La Habana. Holguín
era ya una plaza libre.
El Comandante en Jefe de la Revolución
naciente volvió a Holguín en febrero y pronunció un discurso desde
los balcones de La Periquera. En un fragmento destaca: “...No
hubiera podido irme esta vez de la provincia de Oriente sin visitar a
Holguín, no pude hacerlo en los primeros días de la victoria
revolucionaria porque tenía necesidad por motivos revolucionarios,
tenía necesidad por la seguridad de la Revolución de llegar a la
capital...”
Y sí tenía razón el Comandante en
Jefe. En esta región todavía había fuerzas represivas cuando
transitó la Caravana. Según Cartaya, en un recorrido por el
ferrocarril al día siguiente, todavía algunos casquitos y la gente
de Masferrer (1) tiraban desde los tejados. Recuerda que iba en un
yipe junto a su compañero Luis Álvarez Aguilera, y los tirotearon;
ellos ripostaron pero no pudieron coger a la gente, estaba todavía
Holguín que era un hervidero con la noticia de la huida de Batista.
Al amanecer, Fidel le encomienda a
Arsenio García Ávila, superviviente de la gesta del Granma, que se
hiciera cargo de la organización de la Séptima División de la
Policía en el territorio. Debía continuar el recorrido hasta la
capital. En lo sucecivo llegaría a las cabeceras de provincias,
donde pronunció palabras de enaltecimiento al pueblo por su
comportamiento y colaboración en la lucha contra la tiranía.
Seguían así las ovaciones por el triunfo de la Revolución.
(1) Ejército paramilitar de Rolando
Mansferrer.