El viaje al lugar de los hechos sobrecogía. Es como revivir la historia que nos pertenece como jóvenes revolucionarios.
En Cabonico, sitio del municipio Mayarí, recibirían tributo los 15 jóvenes expedicionarios masacrados el 28 de mayo de 1957, días después del desembarco del yate Corynthia por Cayo Saetía.
La mañana fresca y la luz que se escurría entre el palmar, invitaban al recuerdo y al homenaje en el obelisco dedicado a los mártires de la expedición.
La memoria histórica de tan trágico suceso tiene sus inicios el 19 de mayo, cuando parten desde Miami con destino a Cuba 27 jóvenes, algunos pertenecientes a la Organización Auténtica, dirigida por el ex presidente Carlos Prío Socarrás, pero que venían con ansias de luchar contra Batista. Los encabezaba Calixto Sánchez.
Desafortunadamente, encallaron en Saetía. El arribo se produjo el día 23 en horas de la tarde. Inexpertos totalmente en el terreno, recibieron la ayuda de unos pescadores para cruzar la bahía Cabonico y de esta forma llegaron a tierra firme, justamente a un punto llamado Dos Bahías.
Otro aspecto desfavorable fue la divergencia de criterios. Además, las condiciones en que se encontraban y el peso exagerado de su armamento, quizá fueran motivos importantes para que algunos se dirigieran a la Sierra Cristal por la zona de Brazo Grande, mientras que otros quedaron rezagados.
Al despedirse de los pescadores, para evitarles problemas, Calixto Sánchez les dijo que informaran a la Marina de Guerra de la presencia de más de 150 expedicionarios. El aviso fue transmitido desde el Faro de Saetía hasta el puerto naval de Antilla, y de allí al escuadrón 84 de la Guardia Rural hasta llegar al Regimiento Militar de Holguín.
Enseguida el ejército destinó 400 soldados y varios oficiales para reforzar la zona de la Sierra, específicamente alrededor del río Cabonico, toda el área que comprende el barrio de este mismo nombre, Cayo Saetía por si había quedado algún expedicionario por esta zona, La Marea, Dos Bahías, Dos Bocas, Poza Redonda, la loma El Prado y el río Levisa.
El 27 uno de los oficiales de la tiranía, el Capitán Cárdenas Tailor, recibió la orden de operar al día siguiente por Brazo Grande. Después se enteró que ya estaban localizados en Monte Santo, donde se rindieron 16 expedicionarios, otros dos no aceptaron y huyeron, y un tercero se había extraviado desde la noche anterior.
La detención fue informada al Regimiento 84 de Mayarí, al Teniente Ramiro Chirino, quien estaba al frente del Escuadrón de la Guardia Rural en ausencia de su jefe, e inmediatamente pasó al Capitán Rosendo Abreu, ayudante del Regimiento. El siniestro, que operaba en ausencia de Cowley, ordenó ¡Rendidos no, muertos! por mandato a su vez del General Tabernilla.
Entonces Chirino pidió al Capitán Cárdenas que les entregara a los detenidos para llevarlos a Holguín. Los jóvenes, inocentes de la suerte que les tocaría, amarrados, subieron a un camión ayudados por un grupo de soldados “escogidos para una misión” y a las nueve de la noche fueron situados cerca del arroyo La Marea. Obligados descendieron del vehículo y una ráfaga interminable hizo temblar aquel sitio. Sólo uno, Humberto Vinet, confundido entre los cadáveres pudo salir ileso de tan cruel acción. Se supone que más tarde lo asesinaron en Mayarí.
Entre los expedicionarios figuraban los nombres de algunos holguineros como Juan José Fornet Piña y Fernando Virelles. Este último aún vive. Fue rescatado junto a otros dos compañeros, por el Movimiento 26 de julio y ayudado por los campesinos. Se incorporó a la Sierra Maestra y llegó al grado de Capitán.
Uno de las personas que auxilió a Virelles fue Antonio González Fealt, quien también estuvo en las primeras filas, bastón en mano, en el sitio solemne. Él escuchó las palabras de Díaz-Canel, miembro del Buró Político y primer secretario del Partido en la provincia, quien dijo: “Rendirles tributo será siempre un acto decente y de elevado patriotismo”.
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