martes, 9 de septiembre de 2008

Crónica de un evacuado ante los embates de Ike

A las seis de la tarde del domingo cerca de 37 mil personas estaban evacuadas en instituciones estatales, casas de familia y centros habilitados para estas instancias en el municipio Báguano.

Las ráfagas de vientos que comenzaban a azotar acaparaba la atención de la muchedumbre. En los Consejos de Defensa de cada zona la muestra de solidaridad entre vecinos parecía más poderosa que la amenaza del huracán. No era raro encontrar en una casa de familia hasta cien personas evacuadas.

Los niños, mujeres y ancianos tenían toda la atención debida. No faltó la taza de café, el cariño y la buena voluntad de los dueños de casa. Tuve la oportunidad de compartir este momento en una de ellas.

El radio receptor de batería, (ya no había fluido eléctrico desde poco más de las seis de la tarde), sintonizado con la noticia para seguir el rumbo de Ike. El comentario entre los mayores sobre su experiencia con el ciclón Flora, el asombro de los más jóvenes al escuchar los relatos y la risa confiada y optimista de otros tantos matizaban el ambiente en la espera del paso del meteoro.

Muchos no creyeron que debían evacuarse. Sentían confianza infinita en que no seríamos severamente dañados. Quizá por las pocas veces que en esta región se sufren tempestades de esta escala. Sin embargo, había que tomar medidas. Se trató de preservar ante todo la vida humana, y luego los recursos económicos y estatales. Hasta las mascotas fueron aseguradas con sus dueños.

En la sala del hogar había un reloj en la pared. Justo cuando marcó las nueve de la noche, tal como confirmó la radio, se comenzó a sentir más fuerte el embate, con ráfagas a intervalos, pero no fue hasta la media noche que sí se hizo realidad el paso Ike, ya se estaba trasladando su ojo o centro, ¡ahora es que viene lo que de verdad acaba!, dijo alguien en el tumulto.

Hubo cierta preocupación en los concurrentes, pues soplaba un viento fuerte que chocaba contra las ventanas, y el ruido de una gran tormenta que arremetía contra todo lo que encontrara a su paso. Se sentían los golpes en la placa de los gajos de un árbol de aguacate cercano a la casa.

El sueño y el cansancio provocaron un poco de impaciencia, pero todos estaban convencidos de la necesidad de preservar la vida. Así lo manifestaban algunos vecinos que alentaban a los más desesperados.

Por la radio se escuchaba la información de algunos estragos que ya había provocado en el casco histórico de Banes. ¡Bendita esa radio que nos informó hasta donde pudo! Pensé en algún momento. Supimos de la trayectoria que seguiría Ike en cada horario estimado y el comportamiento en otros territorios. Así más o menos podíamos imaginar cómo le iba al resto de nuestros seres queridos que estaban en otra geografía del país.

Cuando el reloj marcó la una y treinta de la madrugada hubo cierta calma que fue el indicio del paso de los vientos huracanados. El alma volvió al cuerpo aún sin conocer las damnificaciones. Los hombres se asomaron al portal, y la oscuridad no les permitió hacer ninguna valoración todavía, pero en cuanto amaneció salieron algunos a verificar.

Se reportaron serios daños en los sembrados de la zona, algunas viviendas con afectaciones severas, y la caída de árboles que derribó Ike perturbaban el paso en algunas partes.

Seguía la lluvia, pero en cuanto hubo un receso todo el que pudo volvió a su casa. Todavía se cuantifican los daños. Entre la población no cundió el pánico, las muestras de optimismo se apreciaron en las primeras horas de ayer cuando una movilización de personas acudió a restablecer la cotidianidad, o al menos a intentarlo.

Solo se escuchaba el aliento, el deseo de salir adelante y la confianza en la respuesta rápida a la recuperación de las afectaciones.

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