jueves, 12 de abril de 2007

Celias de hoy

Educar tiene esa dualidad de las profesiones nobles. Es tanto arte como privilegio. Para quienes llevan en el alma al maestro, no es sólo una manera de ganarse la vida, sino la propia vida.

Y en eso de llevar la educación más allá del aula tradicional tiene la Federación de Mujeres Cubanas en la provincia mucho de que hablar. La superación también ha tocado las puertas de las amas de casa que todavía no habían podido lograr los niveles elementales de escolaridad, y para lograrlo, ha tenido que apoyarse en la incondicionalidad de mujeres que aman enseñar y disfrutan transmitir sus conocimientos.

Por eso, al conversar con dos de estas repasadoras, tal y como se les llama a estas maestras voluntarias, uno no puede evitar sentir una mezcla de orgullo y placer.

Entre dulces y refrescos Maritza Pérez Velásquez, contó la historia de su vida forjada desde muy joven sobre la base de sacrificios y letrada también a través del aula de EOC en el año 1971.

“Me convertí en maestra emergente y llegue a estudiar la Licenciatura en Educación Primaria, pero cosas de la vida no me permitieron terminarla.

“Fui directora docente de la Prisión de Mujeres y jefa de brigada de trabajo social. Allí me jubilé. Le tengo mucho amor a la Educación, a pesar de no ser licenciada”.

El ímpetu no la deja contenerse. Deseos de hacer le sobran: “Me vinculé a este proyecto de la FMC por un levantamiento que se hizo en las delegaciones.

“Es muy lindo lo que sucede. Se han beneficiado mujeres que, por cuestiones de familiares postrados, niños pequeños enfermizos, u otra causa, no habían alcanzado a mejorar su nivel escolar”.

“Mi casa se ha convertido en un aula. Allí alecciono a las alumnas en asignaturas priorizadas: Metamática, Español e Historia. Hasta el momento he promovido catorce en la delegación número dos, bloque diecisiete, del reparto Alcides Pino. De lunes a viernes nos reunimos a partir de las siete y treinta, y a veces nos sorprenden las once de la noche.

“Para mí significa mucho lo que estoy haciendo. Me llena de orgullo cuando voy por la calle y me llaman “profe”, o me saludan y manifiestan su pretensión de seguir los repasos”.

Mientras Maritza conversa, muy atenta y asintiendo con la cabeza María de los Ángeles, otra de las repasadoras, espera también contar sus experiencias. Es Secretaria del Bloque treinta y siete de Vista Alegre, y lleva veintisiete años en el cargo.

Ducha en las orientaciones de la organización femenina, nos cuenta cómo llegó a formar su aula.
“Un levantamiento orientado en el área, para caracterizar las mujeres que no tenían el noveno grado, me permitió encontrar primeramente nueve en estas condiciones. Entonces di la disposición de servir como profesora para el grupo captado”.

Para María de los Ángeles no es difícil asumir como educadora, pues se desempeñó como profesora en el IPVCE José Martí; es Licenciada en Física y reorientada en Informática, y aunque se jubiló en el año 2004, aún sigue activa en el politécnico de contabilidad Camilo Cienfuegos.

“Recibimos la preparación metodológica por parte de Norge Leyva, Metodólogo de la Enseñanza de Adultos. Nos reunimos con las mujeres y acordamos el lugar y el horario que resultara conveniente. Pedimos prestada un aula en la Escuela Eradio Domínguez.

“Este curso fue de mucha voluntad y con mucha avidez por aprender. Algunas tenían niños lactantes, pero los llevaban con ellas y obtenían buenos resultados en las pruebas.

“En las actividades que se hacían a nivel de área se divulgaba la tarea, lo cual permitió que se interesaran más mujeres y formamos otro grupo. Este contaba con tres estudiantes que no eran de mi bloque. Esta vez el aula la llevé a mi casa. Entre todas conseguimos los materiales. Nos veíamos todos los días desde las cuatro hasta las siete y treinta.

“El primer grupo me sirvió para dominar detalladamente el programa. Pude manejar el trabajo en el politécnico y el repaso en las tardes, adecuando siempre el horario. Era una seguidilla. Salía de la escuela y me esperaba mi otro claustro.

“Sin embargo, fue satisfactorio contribuir con ellas. Algunas se incorporaron a la enseñanza FOC, otras al trabajo, incluso se han especializado en distintos oficios. No nos hemos desvinculado, y les sigo prestando mis servicios.

“He sido reconocida. Lo han demostrado a través del respeto y la confianza de seguir acudiendo a consultarme para su superación, además del afecto que me profesan por doquier. Ser maestro voluntario es algo que se hace con amor de verdad. La Federación no remunera por ello. Al que le gusta enseñar lo hace gratis, y siempre encuentra la ocasión para hacerlo y en el momento que se lo pidan”.

Cuando María concluye su frase, su colega Maritza sonríe. Ambas coinciden en que el mejor regalo que reciben es el resultado de cada una. Se entrelazan las palabras en medio de la charla, las dos quieren expresar lo que significa la Educación, la Revolución y el papel de las mujeres. Piensan en el ayer; se percatan del desempeño de hoy. Ven cómo las holguineras se preocupan por superarse. Disfrutan de los sucesos en tanto valoran el avance de estos tiempos.

Maritza y María de los Ángeles son también Celia.

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